Llibres al replà

¡DAME, OH, MITO, UNA BUENA INSPIRACIÓN!

La inspiración de San Mateo, Caravaggio (1602)

En el origen de las civilizaciones, el mito ocupó un papel muy importante en lo que refiere a ordenar el mundo de las ideas sobre la naturaleza y la sociedad, y también para orientar la acción de la humanidad en ambas dimensiones. En lo que respecta a la infancia, hoy día y durante muchos siglos, no es el mito, sino el relato que nos ofrece el mitógrafo el que continúa jugando en esa zona de creación. Allí, el mito permite ordenar las visiones del mundo natural, las del mundo social y las del mundo interior de cada uno. También habilita a asentar los significados para orientar la acción con razones que se sobreponen a las emociones más básicas, tales como el miedo, el amor, el odio, los celos, las pulsiones destructivas…

El mito, narrado por el mitógrafo, ya no es propio del orden de lo mitológico estricto sensu, sino del incipiente orden de lo literario. No es casualidad, pues, que los libros que contienen los textos que los mitógrafos ofrecen a la infancia se ubiquen en los estantes cercanos a los de las leyendas, el folclore, los cuentos tradicionales. Sea como sea, la eficacia del relato mitológico, en lo que refiere al entusiasmo de la audiencia infantil y juvenil, estará asegurada siempre y cuando su pasaje por el cedazo de la censura y la corrección político-moral no acabe quitándole toda su potencia, hasta tal punto que ya no tenga la suficiente fuerza para cumplir con sus principales funciones: pensar en las explicaciones sobre los orígenes, sobre el principio de las cosas, sobre cómo disponer la realidad –cualquier realidad– en el orden temporal, sobre cómo remontar los “porqués” desde el último hasta el primero, sobre las maneras de pensar en los destinos personales…

Los mitos han circulado de manera oral, de generación en generación, como relatos que explicaban los orígenes del mundo y de las cosas. Los mitos contenían y contienen información sobre el entorno natural, la geografía terrestre y celestial, sobre los astros, sobre los mares, sobre la fauna y la flora, sobre el cambio de las estaciones, sobre economía y agricultura. Los mitos también brindaban y brindan conocimientos sobre las relaciones humanas: sobre la pertinencia de ciertas conductas, sobre la guerra y el poder, sobre las reglas morales a cumplir, sobre el honor y el deshonor, la virtud y el vicio, sobre el bien y el mal, sobre las normas a seguir para tener una buena vida, sobre los castigos a las desviaciones del comportamiento recto. Los mitos dan relevancia a las relaciones de parentesco y a las relaciones sexuales: nos exigen pensar en los vínculos que reproducen la vida. Los mitos dan sentido a las genealogías: los nacimientos y las muertes y todos los rituales para asentar los linajes o mantener viva la memoria de los ausentes son materia de las mitologías. Y finalmente, los mitos nos informan sobre la vida interior de los héroes: hombres y mujeres que sienten, que ambicionan, que sufren, que temen, que piensan, que intentan entender la fortuna o el infortunio de sus destinos personales, que desean y aman…

Para la infancia, que a su manera está entrando por primera vez en todos estos mundos­­ –el natural, el histórico social, el de la vida interior– los mitos ofrecen la fuerza estructurante de todos los relatos necesarios para el entendimiento. En el mito, todas las experiencias se organizan de forma que cualquier fenómeno particular se asemeja en sus aspectos típicos a todos los demás fenómenos: tienen un origen y un final, disponen de fuerzas en disputa que se buscan imponer, proponen una dirección de desarrollo y de desenlace. La organización del mundo se manifiesta, en el mito, por relaciones de semejanza y contraste, y así los mitos permiten que las múltiples observaciones de la realidad se integren en una suerte de totalidad en la que el mundo adquiere sentido, tiene un orden: esas cosas tan importantes para la infancia y la juventud, cuando comienza a buscar razones y sinrazones.

He ahí el atractivo de los mitos para la infancia: los mitos sobre la naturaleza al principio; los mitos sobre la vida social y las relaciones humanas al ir avanzando en la lectura.

A todo adulto que guste del juego del mitógrafo y que quiera aproximar el mundo de la mitología a la infancia, me permito proponerle aquí un kit básico de viaje (puede ser otro, es claro):

  • Algún libro ilustrado, tipo El fil d’Ariadna de Jan Bajtlik (Editorial Maeva), que oficie de aproximación lúdica y visual.
  • Algún otro libro, como el anterior, que no se limite a las mitologías clásicas occidentales. Es útil combinar las ilustraciones de los mitos clásicos occidentales con algún volumen que contemple las mitologías nórdicas, las orientales y las de los pueblos originarios de América y de África. El libro-juego Mites. Endevina, busca i troba, de Manon Bucciarelli (editorial Blume), va muy bien en esa dirección.
  • Un libro con una buena compilación de mitos adaptadas a la infancia, al modo del volumen que propone la editorial Baula en edición de lujo: Mites i Llegendes, obra de varios adaptadores e ilustradores.
  • Una compilación de mitos clásicos, como la que ofrece Carlos Goñi en su Cuéntame un mito, libro que, además de cumplir cabalmente con el oficio de mitógrafo, agrega pequeñas introducciones a cada relato y unas páginas de sugerencias como para acompañar la reflexión e interpretación de los mitos expuestos.
  • Un diccionario de mitos, al modo de la Guía para identificar los personajes de la mitología clásica de Lorenzo de la Plaza Escudero, José María Martínez Murillo y José Ignacio Vaquero Ibarra, publicado por Ediciones Catedra: una suerte de brújula para no perderse en el laberinto de nombres y relaciones divinas.
  • Y finalmente, una lectura adulta, muy personal, en la que los mitos, rescritos, repensados, reinterpretados, se propongan una vez más como algo necesario para acercarse a lo más esencial de la vida misma y a los grados de tensión más elevados de la literatura en estado bruto: yo, en mi momento, eché mano de los Diálogos con Leucó, de Cesare Pavese, pero os sugiero que hagáis una búsqueda personal de una lectura así, a vuestro propio gusto, una vez que hayáis encontrado el tranquillo a esto de oficiar de mitógrafo acompañante de la infancia y la juventud.

Niñas y niños os agradecerán el esfuerzo de este plan de aproximación a la mitología… si los dioses así lo permiten.

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(*) Nota bibliográfica: este artículo debe mucho a la lectura de fragmentos del libro “Teoría de la acción comunicativa”, de Jürgen Habermas, exquisito lector, en las páginas que dedica a los mitos, del libro de Maurice Godelier: “Economía, Fetichismo y Religión en las Sociedades Primitivas”.

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