Un territorio literario también puede ser el dado por las fronteras de un país. Al interior de un Estado, con sus industrias y su mercado, surgen dinámicas históricas que acaban por generar una tradición literaria. Referencias cruzadas, influencias más o menos marcadas, modos dialectales, hábitos, folclores, producción editorial, posibilidades mercantiles, regímenes laborales de los creadores: todo contribuye a la formación de eso que en un momento dado se ofrece al mundo como una literatura nacional.
Hoy abordaremos un caso: el de la literatura infantil uruguaya. Y lo haremos mediante una entrevista un tanto peculiar. En el replà hemos conversado con la escritora y promotora de lectura Evelyn Aixalà, que es la Coordinadora del Programa de Lectura del Ministerio de Educación y Cultura del Uruguay.
Allá vamos.
—Llibres al replà (LaR): Este trimestre, en el Replà, abordaremos un asunto: los “territorios literarios de la literatura infantil y juvenil”. Por territorio queremos comprender la literatura de una lengua, de una cultura, de una zona, de una nación… Cuando los vecinos propusieron el tema pensé en que sería interesante hacer una entrevista de territorios cruzados: un escritor y promotor de la lectura, nacido en Uruguay, radicado en Catalunya, entrevista a una escritora y promotora de la lectura, nacida en Catalunya, radicada en Uruguay. Desde ese cruce, hablar un poco sobre cómo se ve, con ojos catalanes, la LIJ Uruguaya. Por eso, para el Replà, llevamos adelante esta conversación transoceánica con Evelyn Aixalà, a quien invito a presentarse y a decirme, brevemente, desde qué lugar observa hoy por hoy la LIJ uruguaya.
—Evelyn Aixalà (EA): Gracias por esta hermosa invitación y por tender este puente entre estos dos mundos que son mi mundo. Por encima de todo, y sin ser mi medio de vida, soy escritora de libros infantiles. Trabajo también coordinando el Programa de Lectura del MEC en Uruguay, así que en segundo lugar me considero mediadora de lectura y apasionada de los libros. Inicié mi camino en la LIJ en Uruguay y en estos años que van desde el 2011, es un mercado que he visto crecer conmigo en cuanto al surgimiento de sellos editoriales, de escritores y escritoras y, sobre todo, de ilustradores e ilustradoras. Pero creo que es un mercado cerrado. ¿Por qué? Porque es difícil que las producciones crucen la frontera. Los uruguayos dirían que es un mercado pequeño, pero yo diría que es cerrado.
—LaR: Ha sido siempre un problema, la cerrazón de los mercados editoriales en los países de América Latina, incluso el poco intercambio entre ellos y la centralidad del mundo editorial hispano. Y así y todo, tuve la posibilidad, hace unos años, de encontrarme en Bolonia con una nutrida delegación de ilustradores uruguayos, que habían venido con apoyos gubernamentales, y estaban buscando colocar sus títulos. De esas movidas, lo recuerdo, surgió el éxito brutal que fue Los carpinchos (en catalàn “Els capibares”), de Alfredo Soderguit, publicado por Ekaré y luego traducido a muchísimas lenguas. Incluso este año, de nuevo en Bolonia, me crucé con otros ilustradores, entre los cuales Juanma Díaz. También estuve, aquí en Catalunya, con las autoras de Pájaros, Natacha Ortega y Lucía Franco, que publicaron el libro con la editorial Kalandraka. Incluso el caso de Matías Acosta, que ha publicado en España y Suiza. Y en estos días, la visita de Nat Cardozo para presentar Origen con Libros del Zorro Rojo. Me da la impresión de que el mundo de la ilustración ha logrado salir más, o ha logrado unos estándares de calidad mundial, mientras que el de los escritores sigue más encapsulado, menos visible. ¿Qué opinas?
—EA: Sí, estoy de acuerdo que los ilustradores han salido más. Creo que se debe, mayormente, a que ellos viven de ilustrar y eso hace que tengan una cabeza más abierta y proactiva. Ellos han creado iluyos y siempre defienden sus derechos con uñas y dientes. El escritor no vive de escribir y eso hace que no haya una asociación potente que luche por nuestros derechos, entre ellos la proyección internacional. No pensamos en grande. Creo que nosotros mismos nos infravaloramos. Tampoco hay formación en este país en escritura creativa ni apenas en LIJ, pero sí ha explotado la formación en diseño. Seguramente esto no sea exclusivo de Uruguay pero si a este panorama le sumas la dificultad de trasladarse dentro de este continente, quizás haya parte de la respuesta.
—LaR: Y en lo estrictamente local, lo interno: ¿cómo lo ves? He visto que han surgido nuevas editoriales que se aventuran con la LIJ, que han abierto librerías especializadas, que hay más distribución local de libros extranjeros, que el Plan Ceibal continúa vivo difundiendo libros de autores locales, que aparecen nuevas autoras y autores… ¿Podrías contarme algo sobre las fortalezas de la literatura infantil uruguaya actual?
—EA: Creo que esas son las fortalezas, las iniciativas privadas de gente que cree en lo que hace. Como dices, han nacido nuevas editoriales en estos años, incluso algunas con características que ninguna editorial todavía tenía en Uruguay, cómo Basilisa o Cosa Buena. Han abierto librerias especializadas y Biblioteca Ceibal sigue adelante y se usa. Pero creo que falta que todo eso se aúna y se apoye desde lo público. Los autores vamos con frecuencia a las escuelas, pero muchas de esas escuelas no tienen biblioteca. Apenas hay inversión en libros, los docentes tienen poca formación en LIJ. Quizás ahí este una de las claves para revalorizar la LIJ.
—LaR: Yendo a los libros, me gustaría preguntarte si los clásicos de la LIJ uruguaya continúan vivos. Pienso en algunas publicaciones de Ediciones de la Banda Oriental, donde mantienen vivo en catálogo a autores como Serafín J. García, Juana de Ibarbourou, Horacio Quiroga, Juan José Morosoli… ¿circulan? ¿Cómo percibes eso? ¿Y qué voces nuevas te gustaría destacar, qué títulos te han entusiasmado últimamente…?
—EA: Sí, siguen en catálogo: Juan, el zorro; Buscabichos, Perico, etc. Igual acabo de ver en la web que algunos están agotados. En cuanto a lo nuevo, y alguno que me haya sorprendido o gustado especialmente, destaco Los carpinchos de Soderguit y quizás Poemas para leer en un año de Horacio Cavallo.
—LaR: Háblame un poco de tu trabajo: el de promotora y el de escritora. ¿Qué te gustaría destacar sobre lo que es tu huella en ambos territorios?
—EA: Es una buena pregunta para hacerme. Supongo que todos queremos dejar una marca con nuestro paso por la vida, pero nada más difícil que eso. Me vino a la cabeza la canción de Rayden que dice “es muy diferente pisar fuerte a dejar huella”. Creo que seguramente he dejado más huella de este lado (Uruguay) porque son dos facetas que nacieron aquí. Yo empiezo a escribir LIJ en Uruguay y me hago mediadora “oficial” de lectura también aquí. Supongo que todo eso venía cociéndose de mucho antes, pero lo cierto es que explota aquí. Siento que en Uruguay me hice un lugar y la gente me respeta por lo que hago, tratando de ser lo más fiel a mí misma. Como mediadora comparto con mucha gente año tras año a través de los cursos del Ministerio que tutorizo o coordino. Siento que consigo transmitir mi pasión y espero dejar alguna huella, algún cuestionamiento. Como autora tengo la suerte de escribir lo que quiero escribir. ¿Si dejo huella en quienes lo leen? No me atrevo a decirlo, pero ojalá al menos los disfruten y les permitan pensarse.
—LaR: Para terminar: hace unos meses, por aquí, se hicieron públicos los resultados de unas pruebas de comprensión lectora que se hicieron en las escuelas con niñas y niños de 9 años. Los resultados fueron malos. ¿Cómo está el panorama en Uruguay, en estos aspectos: lectura infantil, comprensión lectora?
—EA: ¡Menudo tema! En Uruguay los resultados de las pruebas PISA vienen siendo malos y los de las evaluaciones internas también, pero con el agravante de una fuerte brecha en función del sector socioeconómico al que pertenece el niño/a. Por si eso fuera poco, hace unos días salió el siguiente informe: “24,2% de los estudiantes que ingresaron en 2023 a formación docente tienen “bajo desempeño” en lectura y escritura”. Pero tengo la sensación de que nadie está tomando demasiada conciencia del problema del descenso de los niveles de comprensión lectora y de escritura. Y de nuevo vuelvo al punto inicial: necesitamos mayor inversión en libros y en bibliotecas y mayor formación docente. Leer es un derecho de todos/as pero hay que dar acceso para que se pueda ejercer.
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