Llibres al replà

Premiar la poesía infantil, ¿sirve de algo?

Poesía -a pesar de que más de un año afirma que no sirve para nada, y que en eso está su alcalde utilidad- tiene una función social esencial: salvar, preservar y mantener viva la lengua en la que se expresan, fundamentalmente, los sentimientos y las emociones. El cultivo de la poesía se cultiva en lengua, que es vehículo para todo lo que nos vuelve más humanos.

La poesía dirigida a la infancia tiene la misma función social, pero además, cumple con algo muy importante: busca adaptar el género para fortalecer la reproducción generacional de los lectores de poesía.

Los concursos de poesía, también poesía para la infancia, cuando tienen una buena dotación económica, cuando publican los libros premiados y cuando difunden esos libros por todas las partes son una forma de promover la creación literaria en este género minoritario, que, a diferencia de los otros géneros literarios, sería difícil de prosperar en el marco de la industria y el comercio editorial.

Si la poesía infantil tuviera su cultivo, los concursos y los premios no serían necesarios, o en menos no sería necesario que convocaran una institución pública, financiando el concurso con el dinero de todos los contribuyentes. Y si la poesía no tiene seguro su cultivo, no es de más recordarlo, lo que corre riesgo es la integración lingüística, sentimental y emocional de la población, infantil y adulta.

Ahora bien, dicho lo anterior, soy porque son muy poco concursos de poesía para la infancia que cumplen con las condiciones antes mencionadas. En territorio del Estado español he detectado tres, y paso a la lista:

-El Premio Internacional de Poesía para Niñas y Niños Ciudad de Orihuela, convocado por el Ayuntamiento de la ciudad, que en el año 2020 celebró su XIII edición, dotado con 5.000 euros y con la publicación de la obra por parte de la Editorial Kalandraka, edición muy cuidada, incubada en tapa dura y artísticamente ilustrada.

Los dos últimos títulos otorgados en Orihuela.

-El Premio Luna de Aire de Poesía Infantil, convocado por el CEPLI (Centro de Estudios de Promoción de la Lectura y Literatura Infantil) de la Universidad de Castilla-La Mancha, que en el año 2020 celebró su XVII edición, dotado con 3.000 euros y, actualmente, publicado por la editorial SM en una cuidada colección muy, acuñada en rústico y artísticamente ilustrada.

-El Premio de Poesía Infantil Fundación Caixa Cooperativa Algemesí, convocado por la fundación y el Ayuntamiento de Algemesí, que en 2020 alcanzó la 4ª edición, dotado con 3.000 euros, publicado por Editorial Andana en una colección de poesía llamada Vagó de Versos, incubada en rústico y artísticamente ilustrada.

Los dos últimos títulos otorgados en Algemesí.

Asimismo, ha destacado el premio de poesía Príncipe Ask, convocado por la Diputación de Granada, que cuenta con una dotación de 3.000 euros, pero lo que no se cumple con la condición de ser editado, publicado y difundir la publicación de forma destacada: los libros allí no son accesibles al público en general, desgraciadamente.

En resumen, tres premios y medio. Y llama a la atención que Cataluña, Galicia y País Vasco no tienen ni un solo premio de poesía infantil de estas características en sus propias lenguas, teniendo en cuenta que se trata de lenguas minoritarias, las que más se han de cuidar y recoger en poemas destinados a la infancia.

Luego, por cierto, se puede considerar que el tipo de poesía es recompensada, porque aquí hay otro aspecto que relaciona poesía y premiación: el de la canonización de la poesía.

Cuando los premios de poesía infantil son importantes (y los tres previamente considerados así hijo), además de preservar y mantener vivo el lenguaje de los sentimientos y las emociones, lo que se hace se dice: «esto es poesía infantil, esto no lo es». Un prestigioso premio, quiéralo o no, pone un canon de la poesía infantil.

En este sentido, cabe señalar que los premios de poesía infantil existentes son bastante conservadores, para mi gusto. Y la poesía que canonizan no parece acompasarse del todo con el desarrollo del género poético, como se cultiva en la realidad en la poesía dirigida a los adultos.

En particular, tanto los premios Luna del Aire como los de Algemesí parecen servir para un criterio de complejidad sobre lo que es la poesía infantil: versos meditados, rima, formas populares, amplia presencia de enanos y canciones. Si leemos los dos últimos libros premiados en cada uno de estos concursos, coincidiremos en este carácter conservador.

«Contamos cabets y pájaros de pintura», de María Dolors Pellicer i Soria, una colección de nanas para dormir y despertar; «El mundo al revés» de Fina Girbés, una colección de poemas que coinciden con la inversión del «orden natural» de las cosas: son los libros premiados en Algemesí.

XVI Premio Luna de Aire, publicado en 2019.

«Muñeca de trapo y otros seres con cabeza y corazón», de Juan Carlos Martín Ramos, es una colección de poemas sobre muñecas y muñecos que utilizamos como juguetes; «Anzuelos», de María Jesús Jabato Dehesa, riza un poco más, por su apuesta metaliteraria en contrapunto con las greguerías, pero sin abandonar la rima ni el acento popular.

Por otra parte, tenemos el premio Ciudad de Orihuela, que es lo que más se ha alejado de la idea canónica de la poesía infantil en la que tanto insisten los premios antes de la entrega. De hecho, el último libro premiado «Arbolidades», de David Hernández Sevillano eleva el verso y asienta el ritmo en formas lejanas a la rima. Los libros de María José Ferrada, premio 2012, Laura Forchetti, premio 2014, Marga Tojo, premio 2017, también arriesgaban formalmente, y de alguna manera, se podó leer como poesía más «contemporánea», por así decirlo.

Sin embargo, no todos los libros de este premio son tan desafiantes. Y si vamos al caso, los dos últimos Luna del Aire ya tenían premio en Orihuela: Jabato Dehesa, en 2013, con el poema «Gorigori»; Martín Ramos, en 2015, con «Mundinovi. El gran teatro del mundo», un libro que podría ser la primera parte de «Muñeca de trapo«.

XVII Premio Luna de Aire, publicado en 2020.

En este sentido, si tenemos en cuenta el libro premiado en la edición anterior, el de 2018, «¡A la luna, a las dos y a las tres…!», de Nieves García García, ya podemos darnos cuentas de la tensión que atrae este premio entre repetir un canon conservador o apostar por la premiación de libros que parten de la canónica prejuicio tan extendido: aquel que considera que la poesía infantil es , necesariamente, verso medido y rimado.

En cualquier caso, la existencia de estos premios es una bendición. Es hora de convocar otros premios que se levanten para resguardar el canon de la poesía infantil, muchos más premios, en todas las lenguas, con el cuidado editorial con que difunden los aquí comentados. Y si no, a menos, que estos sigan existiendo como lo son por muchas ediciones más, que los necesitamos.

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